1/5/07

La fiesta gris

Renato Sotero, incansable dirigente y entrenador del club Nakatsu, comenzó la ceremonia de inauguración de la primera Liga de Menores de Kanto dando la bienvenida a todos. Se hacía realidad el proyecto que comenzó a gestarse entre octubre y noviembre del 2006 y que se hizo formal en Diciembre con la primera reunión de los directivos de varios equipos de menores.




(Renato Sotero sonriente en momentos que el Padre Cavallier bendecía a los asistentes, de espaldas un niño del Nakatsu. Foto: Enrique Rojas)


Cuando el padre Umberto Cavallier, de la iglesia de Yamato, pidió a los niños levantar la cabeza con dirección al cielo para ver que había casi todos respondieron "nada". Nada, porque arriba estaba azul, sin nubes. Después de algunos días grises, lluviosos y otros con temperaturas bajas, el de hoy estaba radiante, cálido. "Es porque todos se han portado bien y el señor los ha premiado" continúo el religioso. Así comenzaba la bendición que iba a dar a los benjamínes del futsal. Nadie presagiaba la oscura nube que dos horas más tarde aparecería sobre el campo deportivo.


(Renato tomando juramento a Midori, capitana del equipo del América FC. Foto: Enrique Rojas)


El recinto era una fiesta colorida. Durante meses se trabajó para organizar las cosas bien, bases, reglamentos, detalles, arbitraje, horarios, búsqueda de coliseos deportivos. Sotero fue un entusiasta y apasionado integrante de este grupo de dirigentes. Comenzaban puntuales. Los primeros cotejos tenían que iniciarse a las 11 en punto. La ceremonia había durado 30 minutos y todavía les quedaba media hora para llegar a la hora de romper fuegos.

Faltaban escasos minutos para el mediodía, cuando escuché por los altavoces que pedían a alguién que supiera de primeros auxilios. Corrí hacía allá. Había un adulto en el suelo. Intentaban reanimarlo con algunos masajes. Pregunté cómo había ocurrido. Alguién dijo: "Hablábamos y de pronto se llevó las manos al pecho y se desvaneció, ahí sentado". Estaba tendido en el piso. No se le sentía el pulso. La respiración era imperceptible, tampoco lograba escuchar sus latidos. Pensé en un paro cardiorespiratorio. Había que tomar una decisión en cuestión de segundos: era vida o muerte. Había gente que ayudaba. Ya habían llamado a los paramédicos. Unos le daban masajes en los pies, otros en los brazos. Continuaba con las compresiones en el pecho y la respiración boca a boca. No sé, habrían pasado algunos minutos, seguía la sudoración fría, la palidez de sus labios. Tres veces abrió la boca como intentando decir algo o tal vez queriendo tomar aire. Revisé sus púpilas. No había reacción.
Y llegó alguién más. "Apartense, que yo estoy preparado para esto" dijo. Creí que lo haría mejor que yo. Le cedí mi lugar. Además hacía más de veinte años que no había vuelto a usar las técnicas de primeros auxilios en emergencias aprendidas durante mi entrenamiento como bombero. Mientras al teléfono sus amigos exigian mayor rapidez a la ambulancia. Del otro lado de la línea pedían que se siga con los masajes y la respiración boca a boca. Al escuchar esto le increpé al individuo que estaba sobre Renato. "Tranquilo, sé lo que hago - dijo - en estos casos no hay que mover a la víctima". (Maldito ignorante, pienso ahora).
Pregunté quién era, qué hacía: "A sido policía en Perú" me respondieron. Insistí en continuar con las compresiones y la respiración. No había tiempo que perder. Sus labios se amorataban.
Llegaron los paramédicos. Comenzaron con la reanimación: compresiones y oxigeno. Después de diez o quince minutos se lo llevaron.
Luego de dos horas nos comunicaron que no pudo salvarse.
Sé que nadie de los que intervinieron lo hicieron de mala fe. Pero hay algo que deseo pedir. Hasta cuándo vamos a seguir queriendo figurar o estar por encima de los otros. Hasta cuándo vamos a aparentar que sabemos y sólo nos engañamos y a los demás también.
La Academia Hadano, desde hace un año atrás tiene contratado un seguro deportivo para todos los chicos, es barato y se accede desde los coliseos municipales. Tiene la opción de incluir a los adultos (dirigentes, entrenador, padres) que acompañan a los niños a los entrenamientos y competiciones. Comprende el caso de fallecimiento. Sería conveniente que los clubes u organizadores de la Liga exijan que los participantes cuenten con algún tipo de seguro. También tratar de capacitar a algunos voluntarios en técnicas de primeros auxilios para que acompañen el desarrollo del campeonato.
Pero saben qué, todavía siento como si hubiera apretado el gatillo para que Renato ya no esté aquí. No es un lamento. Es la rabia. Es la impotencia. Es la bronca de no haber podido hacer más. Es mi rechazo a tanto patán suelto que hay en la comunidad. Es la pérdida de esos cuatro primeros minutos, los de gracia. Es el llanto de su hijo a mis espaldas al saber que su padre yacía caído. Y saben que más, nunca hubiera querido escribir esta crónica.

Enrique Rojas.

3 Comments:

Anónimo said...

Todos los que te conocemos sabemos que has tratado de salvarlo ,pero la vida es asi,cuando llega la hora no interesa el lugar,la edad,ni las circuntancias en que te encuentras. Y que los ignorantes cargen en su conciencia la perdida de una persona,un ser querido y respetado.

Anónimo said...

He recordado una situación semjante que atendí cuando aun enseñaba en Barranca y a Dios gracias no hubo consecuencias que lamentar, se que hiciste lo mejor que pudiste y estoy muy orgullosa de ti.

Anónimo said...

leeer esto me llena de indignacion pues en estos casos estos figuretis deben morder su cerebro y estar en su esquina... de berdad pienso q si este individuo no hubiera metido su humanidad hoy seguiriamos contando con RENATO pero lamentable mente son cosas q suceden en la vida y lo unico q nos queda es tomar las lecciones de esta vida ...RENATO siempre vivira pues la LMC siempre le estara agradecida por su cooperacion y esfuerzo dirigida hacia los niños.... RENATO descansa en paz julio cesar